COLOMBIA
Una ciudad colonial de atmósfera cautivadora, hermosas casonas blancas sin excepción –hasta hay una ley que lo regula– y dos apariciones en el Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Asombrosos yacimientos arqueológicos de una antigua civilización desaparecida siglos antes de la llegada de los españoles que dejó como legado unos enormes y enigmáticos ídolos esculpidos en piedra. Ambos lugares relativamente cercanos y muy poco pisados por el turismo. Así nos habían descrito Popayán y San Agustín los colombianos con los que nos habíamos cruzado en nuestro viaje por el país. Lo tuvimos claro: teníamos que verlo con nuestros propios ojos.
Las bellas casonas de paredes encaladas de Popayán nos trasladaron a los siglos XVI y XVII, mientras que los ídolos de los yacimientos arqueológicos de San Agustín nos llevaron a un viejo en el tiempo mucho más atrás. Tanto, que no se sabe nada de la civilización que los creó y se decidió darle el nombre de la población más cercana. Sí, San Agustín.
Deja que te descubramos estos dos fascinantes lugares, de los que probablemente no hayas oído hablar. Seguro que querrás alargar tu viaje hasta el sur de los Andes colombianos para descubrirlos tú también con tus propios ojos… Ver para creer.
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Ya habíamos visitado unas cuantas ciudades coloniales en nuestro paso por Colombia –Cartagena, Villa de Leyva, Barichara…–. Esa Plaza de Armas con la iglesia o catedral, los imponentes palacios y la tranquilidad que se respira en ellas como si las piedras centenarias frenan el ritmo de la vida del siglo XXI ya eran compañeras de nuestro viaje. Pero ninguna como Popayán. Por supuesto que hay una Plaza de Armas con su catedral, imponentes casonas y esa relajación. Pero, en Popayán, las paredes de las casonas e iglesias son todas blancas. Las piedras de sus muros están cubiertas con una capa de cal. La tradición lo marca así. Bueno, una tradición que comenzó con un decreto dictado en el siglo XVII y que todavía hoy obliga a los payaneses a encalar sus casas.
Tenemos que confesar que no habíamos oído hablar de la ciudad. ¿Cómo podía habernos pasado por alto esta encantadora ciudad colonial tan particular? Tal vez fuera culpa nuestra… porque Popayán Colombia es lo bastante famosa como para que la UNESCO la haya incluido dos veces en sus listas de Patrimonio de la Humanidad: como ciudad gastronómica y como patrimonio cultural inmaterial por su Semana Santa. Fue gracias a esos listados, y a los comentarios de los colombianos durante nuestro viaje, que descubrimos su existencia.
Llegamos a la ciudad a finales de septiembre, así que no pudimos vivir su Semana Santa. Nos quedamos con el otro punto de la UNESCO, que se puede disfrutar en cualquier momento, y entre paseo y paseo, siempre con esa calma que ya habíamos sentido en otras ciudades coloniales como Mompox, disfrutamos de sus espléndidos restaurantes, probamos los sabores fascinantes y visitamos sus variados mercados. No te pierdas los pipianes de papa, el sancocho de gallina o la carantanta acompañados de chicha de maíz, aloja o champús.
El “problema” de obligar a que todas las casas estén encaladas es que resulta complicado distinguir unas de otras. Las calles y avenidas siguen formando una cuadrícula perfecta como en toda Colombia, pero las casonas son tan parecidas unas a otras que es difícil no acabar perdiéndose. ¿Es esto un problema? Para nada, de hecho, ¿no es la consigna típica que le dan al viajero? En Popayán es más fácil que en ningún sitio eso de “perderse por sus calles”.
Solo las iglesias sirven de guía. Y no son pocas pistas para orientarse. No puedes tener una Semana Santa Patrimonio de la Humanidad sin un buen número de iglesias. De entre todas, destacan la iglesia de San Francisco, la catedral y la Ermita –la iglesia más antigua de la ciudad, del siglo XVI–. Eso sí, no siempre es fácil visitarlas: suelen abrir solo para los oficios.
Pero no solo de iglesias vive el turista en Popayán, también están uno de los mejores museos de historia natural del país o las casas museo de Guillermo León Valencia –presidente de Colombia entre 1962 y 1966– y de Tomás Cipriano de Mosquera –presidente del país en cuatro ocasiones entre 1845 y 1867–.
Otras señales para orientarse son las rejas de las ventanas que, junto con los tejados, ponen la nota de color en las calles de la ciudad blanca.
La capital del antiguo Estado Soberano del Cauca, que rivalizaba con Cartagena o Bogotá, ha perdido parte de su poder, pero sigue estando muy bien comunicada. Nuestro viaje por tierra por el país nos llevó a Popayán en autobús desde “la sucursal del cielo” Cali, pero también hay servicios directos desde “la Atenas sudamericana” Bogotá y la tierra de “la eterna primavera” Medellín (de unas 11, 12 horas de viaje respectivamente). También es posible llegar en avión, a un kilómetro de la ciudad está el aeropuerto Guillermo León Valencia.
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Ya nos habíamos cruzado con las asombrosas antiguas culturas en Colombia en los museos de Bogotá y en las ruinas de Pueblito, en el Parque Tayrona. Culturas bien documentadas, de las que se conoce casi toda su historia, sus nombres y sus tradiciones. Pero oímos que, en los alrededores de San Agustín, se encontraban las huellas de una cultura de la que no se sabía casi nada.
Nuestras ganas de sentirnos como Indiana Jones nos llevaron a montar en un microbús durante cinco horas desde Popayán. A ver, que tampoco teníamos en mente ser los descubridores de su origen y entrar en los libros de historia… pero queríamos ver con nuestros propios ojos las pruebas de semejante misterio.
Los fascinantes ídolos y los grupos de esculturas tallados en la piedra compensan con creces las horas de autobús. Dientes afilados, cuchillos ceremoniales, cabezas que mezclan rasgos humanos con otros que pueden parecer incluso de reptil, la imagen del doble yo, el pájaro… El paseo por el Parque Arqueológico de San Agustín, siguiendo el sendero de estos ídolos en completa soledad en mitad de la selva, fue una de las mejores experiencias del viaje. Cada pocos pasos aparecía una escultura y nosotros nos quedamos congelados delante de ella, casi reverenciando como aquellos que las tallaron, mientras tratábamos de entender sus formas.
Nada está escrito, así que recorrer los yacimientos de la cultura San Agustín es un reto a tu imaginación. Dejar que tu mente busque significados y motivos, que rellene los huecos o que haga aún más preguntas. Volver a sentirse niño en un mundo que no conocemos y que nos deja interpretarlo a nuestro gusto. Bueno, los profesionales llevan décadas haciéndolo y alguna información han deducido. Puedes jugar a ser arqueólogo y comprobar si llegas a las mismas conclusiones. Nosotros lo intentamos y admitimos que no somos buenos: nuestras deducciones eran mucho más locas.
Pasamos tres días en la zona -celebramos el cumpleaños de JAAC en San Agustín- y nos acercamos a los tres parques arqueológicos en los alrededores: el Parque Arqueológico de San Agustín, el mayor y más accesible, el Alto de los Ídolos y el Alto de las Piedras. Hay una entrada única para los tres parques que puedes comprar en los dos primeros.
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Como decíamos, hay microbuses a San Agustín desde Popayán, unas cinco horas de viaje que pasarán como si nada al deleitarse con los hermosos paisajes de esta región. También hay servicios a Cali, unas ocho horas, y autobuses directos a Bogotá, once horas.
Para llegar al Parque Arqueológico de San Agustín se puede usar el autobús urbano desde el mismo San Agustín. Los otros dos yacimientos están más próximos a San José de Isnos, al que se llega en buseta desde la carretera principal –hay busetas desde San Agustín al cruce, la carretera–. Desde allí puedes cerrar el viaje con un taxi que te espere mientras visitas el Alto de los Ídolos y moverte en furgoneta hasta el Alto de las Piedras. Aunque también puedes hacer autostop, lo que acabamos haciendo nosotros. De hecho, así volvimos a Popayán desde San Agustín, haciendo dedo.
Colombia no dejó de sorprendernos ni después de más de 45 días en el país, cada día que estuvimos ha sido como estar en una película de Indiana Jones, Harry Potter, Avatar, entre otros, dónde la realidad de sus paisajes supera la ficción, y tú aún sigues preguntandote ¿Qué hacer en Popayán?
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