Las palas comienzan a romper las montañas de sal antes de que se levante el sol. Las personas que recogen este mineral en las charcas de las salinas de Manaure, adonde se llega luego de viajar por tierra 63 kilómetros hacia el nororiente desde Riohacha, madrugan para evitar el calor. El paisaje en esta zona, que mide 4.200 hectáreas, es extraño: cerros de sal que se reflejan en pozos de agua.

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