Es difícil caminar por las calles de Salamina sin dirigir la vista constantemente hacia arriba, donde balcones llenos de flores sobresalen de casas de bahareque con patios amplios y fuentes de agua en el medio. Los adornos en las fachadas son herencia del ebanista y tallador Eliseo Tangarife, quien a mediados del siglo XIX promovió una escuela de trabajo en madera que le imprimió su sello al municipio.