Aerosoles, beats y reguetón

La ciudad más innovadora del país es también una de las capitales mundiales del reguetón. La fuerza que han tomado estos ritmos tiene una larga historia y un profundo arraigo en la ciudad. Desde las comunas, el centro y el exclusivo sur, Medellín es una suma de voces que narran la ciudad y de colores que cubren sus paredes en una transformadora apropiación del espacio urbano.

 

El apellido “urbano” que ha adoptado Medellín no responde únicamente a la obviedad de ser una ciudad, sino más bien a las formas de apropiación del espacio público. Las calles, que en otro tiempo les fueron negadas a sus habitantes, están siendo recuperadas, resignificadas y este proceso se está haciendo a través del arte, de cambiar el silencio por los sonidos punzantes del rap, de cambiar los pasos cautelosos por el perreo propio del reguetón y de llevar la cultura fuera de los museos y de los lugares tradicionales, con el fin de ponerla a la vista de todos.

 

El color se toma las paredes

Esto quiere decir, por ejemplo, que basta con bajarse en cualquier estación del metro y caminar para encontrarse de frente con muros coloreados. Sin embargo, la mejor opción para ver estas obras de arte es montarse en el metro, bajarse en la estación San Javier y adentrarse en la Comuna 13. Allí, guías locales cuentan el pasado rugoso de la comuna, con las paredes intervenidas de fondo; paredes que registran esa historia de las distintas versiones de Medellín que han habitado, paredes que aparecen como símbolo de lo que fue y de lo que sigue. Allí se ve como en ningún otro lugar que las calles grises quedan atrás para llenarse de narrativas diversas y de voces que cuentan nuevas historias.

El camino a la Comuna 13 es empinado. Tanto así que la Alcaldía construyó para los habitantes del sector unas escaleras eléctricas que antes eran 400 escalones que debían subir y bajar a diario para ir a sus casas e incluso deslizaderos para llegar. Hay que empezar a subir y el arte local lleva ese ascenso hasta un punto muy alto con extraordinarios grafitis y murales.

Uno de los primeros que se ve al iniciar el recorrido es un muro pintado de rosa y encima un rostro de mujer que lleva en su piel figuras de colores en nombre de la diversidad: naranja, azul, verde y amarillo. En su hombro se posa una paloma blanca y en el torso símbolos como corazones y zapatos que hablan de un nuevo camino. También hay grafitis de pavos reales que se extienden en esquinas, leones y gorilas, manos poderosas que tiran dados sobre las casas, fechas inolvidables para la zona y rostros femeninos con el cabello hecho de agua.

Los grafitis no solo están en los muros de cemento. Acá se pintan los balcones de las casas y los más arriesgados intervienen hasta las fachadas de los primeros pisos. Basta con asomarse desde algún punto alto que ofrece el barrio o mirar hacia abajo donde las escaleras eléctricas se terminan, para ver que también los techos son un lienzo. Acá se pinta todo y en cada trazo hay mensajes que acaban resumidos en uno solo, un mensaje de recuperación de la ciudad: “esto también es mío”.

Se pintan las entradas de las heladerías que venden tradicionales paletas combinadas de mango maduro con mango verde (viche) y de la misma manera las barberías, donde hay expertos en hacer cualquier figura sobre la cabeza.

Con más de 600 grafitis, esta zona de Medellín es la más intervenida, sin embargo, no se pueden caminar tantas cuadras en la ciudad sin que a la derecha o a la izquierda aparezcan estas expresiones culturales de arte urbano que pueden ir desde bombings y tags, las cuales son formas de firmar que tienen los grafiteros, hasta arte mural y todo lo que quepa en el medio. Esto se debe a los artistas incansables que montan andamios y gastan tarros de aerosoles para hacer su arte, pero también a festivales, organizaciones y colectivos que se han encargado de alinear a todos los implicados en hacer un mural posible y así tener una Medellín más coloreada, con el fin de hacer de la ciudad un museo y en esta forma lograr un urbanismo colectivo. Ahora hay que escuchar.

 

¿Sabías que una emisora de Medellín reprodujo la primera canción de reguetón que se escuchó en Colombia?

 

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Las voces vivas de Medellín

Otra manifestación de lo urbano que los medellinenses han encontrado para apropiarse de sus calles ha sido el rap, MC’s que le cantan a los que están vivos y recuerdan a los que ya no están, y que con beats ingeniosos celebran el día a día a la vez que narran las historias que los preceden. La inspiración del rap local está justo ahí, en lo propio, en lo vecino, en las palabras que parece que solo se dicen o se entienden de cierta forma entre las montañas que encierran a Medellín.

 

Medellín: música y arte urbano.

 

Antioqueño en una batalla de rap, música urbana en Medellin
Foto por Santiago Marzola

Un artista urbano realiza un performance en el barrio.

 

Bailarines de música urbana representando la cultura de Medellín
Foto por Santiago Marzola

El baile y el rap están más vivos que nunca en las calles de la capital antioqueña.

 

Nea, parce, farra, estrén, chichipato, visaje, campanero, manga, mostro, llave, bandera, azara, no azara son palabras entremezcladas en el rap paisa se pueden escuchar en unos audífonos y mucho mejor si se oyen en vivo, en la calle. Los dueños de la improvisación o el freestyle con frecuencia organizan enfrentamientos líricos en skateparks, canchas, parques o casas, como si fueran gallos de pelea. En estas “batallas” alejadas de la violencia, las únicas armas posibles son las palabras convertidas en rimas, la concentración y el oído afinado.

Sin alejarse mucho de lo que hacen los trovadores antioqueños, el escenario puede ser cualquiera, pero la formación permanece: un rapero de frente al otro esperando ser atacado con rimas y –alrededor, muy cerca y a falta de una tarima– los espectadores. Estos últimos casi se meten entre las bocas que no paran y que a veces se acercan mucho para que el otro escuche bien las frases que están hechas para ganar y luego perecer. No hay registro y si lo hay, no es para construir a partir de ahí. El freestyle está hecho solo para el momento.

 

¿Sabías que el reguetón aporta casi un 90% de los ingresos de la industria musical colombiana?

 

También están las canciones que se convierten en himnos y que a su vez son “fotografías panorámicas” de Medellín vista desde adentro. Los locales las entonan y las escuchan para sentirse como en casa y van a los festivales, a conciertos y a presentaciones con la intención de vivir el rap de primera mano y como lo que es: una manifestación de lo propio. Van a escuchar las historias, el ahora y lo que viene con las calles que ocupan. Los raperos de Medellín y sus canciones sí pueden proclamarse profetas en su propia tierra. Sigue el baile.

 

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Reguetón: el lenguaje de una generación

El reguetón tiene varias casas maternas. Panamá lo vio nacer cuando el reggae en español se combinó con hip hop. Puerto Rico lo acogió como propio, lo hizo reconocible y reconocido en el mundo entero. A Medellín llegó luego, un poco más tarde, pero se instauró como industria. En esta ciudad se canta reguetón, se produce reguetón, se hacen sus videos, se negocia y, sobre todo, se baila reguetón.

Las discotecas no difieren mucho entre sí; son lugares oscuros con juegos de luces de colores neón que hacen que las sombras sean más brunas y que las pieles, que están debajo de su reflejo, se vean iguales, uniformes. Hay discotecas desperdigadas por toda la ciudad, aunque en el sector de El Poblado están las más concurridas. A estos lugares se va para entender bajo qué ritmo está bailando Medellín, uno pegajoso y candente.

Casi siempre hay una barra y pocas mesas, porque se necesita el espacio para el perreo, para que los cuerpos de mujeres y hombres se muevan con la cadencia del dembow propio del reguetón, que puede ser suave o puede llevar a movimientos exagerados y salvajes. Sin importar la rapidez del ritmo, algunos pasos y las poses suelen permanecer con las caderas pegadas y moviéndose de un lado para otro, los torsos bajando como si quisieran alcanzar el suelo, todos hasta abajo.

Muchos de los ritmos y las canciones que se bailan en Medellín son hechos allí mismo. Una industria robusta y en constante expansión está componiendo y produciendo reguetón, comercializándolo, creando las imágenes con las que se da a conocer y los videos con los que se viraliza. Son de Medellín artistas como J Balvin, Maluma y Karol G quienes han conseguido que el género recorra el mundo y encuentran en la ciudad toda la maquinaria para hacer posibles sus canciones. Medellín es terreno fértil para el reguetón.

Además de ser herramientas con las que los medellinenses se han apropiado de las calles, el grafiti, el rap y el reguetón parecen no tener fronteras de ningún tipo. Toda la ciudad los vive, los comparte y se reúne alrededor de ellos. No existe barrio sin pintar, siempre hay por lo menos una casa donde sacan los parlantes para tronar rap y nunca falta alguien que se menea con el reguetón. El arte urbano convoca la ciudad desde todas las sensibilidades y la cohesiona como pocas cosas. Por eso, de nuevo, para realmente conocer Medellín hay que andar la calle con ojos ávidos, oídos atentos y cuerpos sensibles al ritmo urbano.

 

Texto por Andrea Uribe Yepes